¡Hola! Bienvenidx al newsletter de Todo.Normal en el que hablamos de diseño de juegos y como volvernos changos en el proceso.
Hoy vengo con mas preguntas que respuestas, literalmente. Pero el tema lo amerita, porque quiero hablar de la belleza que podemos crear al jugar.
¿Va siendo hora de ponerle nombre a este newsletter no?
¿Ves? Ni empezamos y ya pregunté algo. A por ello igual.
Leyendo “Endgame: El espectacular ascenso y descenso de Bobby Fischer” me llamó la atención un comentario sobre cómo los errores de Fischer en el tablero se debían más a la búsqueda de una partida bella que a errores de cálculo o mala memoria. Incomprobable claro, pero es un buen disparador para el tema de hoy. ¿Quién no sacrificó (en cualquier juego) una victoria fácil por meter un lujo innecesario pero atractivo?
Si lo hiciste, te felicito porque (en mi experiencia) ese es el verdadero sentido de jugar. Explorar, descubrir y expresar. Tres acciones que, en ese orden, se parecen mucho al proceso de aprender.
El placer del lujo
Ya escribí sobre el Truco, un juego de ingenio, mentiras y una dosis de azar. Si no lo jugás te cuento que el Envido es una apuesta que se hace en base a tus 3 cartas durante la primera mano, el valor mínimo que podés juntar es 20 y el máximo 33. No se suele cantar o aceptar el envido con menos de 27. Y al respecto pregunto: ¿Por qué es más satisfactorio ganar un envido con 24 que con 33?
Me atrevo a decir que es porque a través de esa jugada nos expresamos. Demostramos valentía por cantarlo o aceptar con 24, astucia por deducir que el otrx no puede ganarle a ese número tan bajo y orgullo si ganamos, claro. Aún si falla, exponerse así cada tanto y lograr ganar la partida, es también una forma de juego expresiva que posee un valor que supera por mucho al ganar un juego árido y desprovisto de imaginación.
Me interesa principalmente el ámbito del juego de mesa, pero también sucede en los deportes de destreza física. Allí también vemos atletas que persiguen la belleza por sobre la efectividad cuando es posible, lo que logran cuando combinan ambos elementos es también una expresión artística.
Quisiera entender por qué lo hacemos, pero además, por qué lo disfrutamos como espectadores. Mientras busco la respuesta, de ejemplo sirve un botón:
Jugar o ganar
Si jugar es el camino hacia un objetivo y no el objetivo, y decimos que ese camino puede ser recorrido expresando ideas estéticas, ¿Por qué de chicos nos enseñan que jugar bien equivale a ganar? ¿Jugar bien no estaría más relacionado con entrenar la capacidad de explorar y descubrir que con “ganar”? ¿Porqué al dominar un juego tarde o temprano nos inclinamos por la partida lírica, la búsqueda del estilo?
La respuesta a muchas de esas preguntas está escondida en la frase del diseñador de juegos Reiner Knizia sobre cómo “El objetivo de jugar es ganar, pero es el objetivo lo importante, no el ganar”. Es cuestión de descifrarla y encontrarle sentido. Es como un puzzle que parece simple a primera vista, pero tiene muchas capas de complejidad.
Una posibilidad es que nuestra naturaleza sea más fuerte que la educación que recibimos. La necesidad de explorar y probar, tarde o temprano nos lleva a experimentar con nuevas combinaciones que a su vez son guiadas por algún tipo de sentido estético.
¿Tal vez por eso es que apreciamos esas partidas como espectadores también?
El escenario ideal
Distintos juegos permiten en mayor o menor medida expresarnos a través de sus reglas. Así como una escritora usa las palabras, un jugador usa las reglas para expresarse.
Yo como diseñador (y espero que ustedes también) pienso en las reglas y elementos de cada juego como un espacio para que otrxs encuentren esos momentos de expresión. Mi forma de trabajar en consecuencia es simplificar en pos de la claridad manteniendo profundidad sin agobiar.
Por supuesto que diseñar un juego con estos preceptos requiere de compromisos. La búsqueda de una elegancia minimalista nos aleja de elementos coloridos como los que aportan la narrativa o multiplicidad de componentes. Cada uno tiene valor por sí mismo y puede habilitar a la expresión de lxs jugadorxs. La decisión de diseño en pos de un estilo u otro no debería seguir nada más que el gusto personal de cada unx.
Pero si diría que es importante chequear si nuestro juego avanza en dirección de un espacio fértil para la creación o uno árido.
¿Viste alguna vez una partida hermosa de Ta Te Ti o Monopoly (para mencionar dos juegos ya conocidos aquí)? Yo no.
Propongo que busquemos crear juegos mejores que te hagan querer meter un lujo cada tanto, aunque puedas perder.
Todo rompemos, todo
Para cerrar, volvemos a Bobby Fisher, probablemente el mejor jugador de ajedrez de la historia. Pocos años antes de morir declara que odia el ajedrez moderno porque, a nivel competitivo, lo considera un juego de memoria donde importa más recordar la mayor cantidad de aperturas en profundidad que la capacidad de imaginar sobre el tablero., despojando al juego de la creatividad que él disfrutaba. Su solución fue diseñar el “Fischer random” (o “Ajedrez 960”), una modalidad de ajedrez donde las piezas mayores (no los peones) se disponen de manera aleatoria al comenzar cada partida.
Ojo con esto último, porque Fischer sintió que tenía que arreglar el juego perfecto. Pero no por fallas en las reglas, sino porque sentía que ya no podía expresarse a través del mismo.
Por suerte no somos Bobby Fischer y podemos seguir usando juegos mas o menos complejos para expresarnos. Si eso se corta, pasemos a otro y listo, siempre buscando ese espacio donde metamos un lujito. Digo yo.
¡Gracias por leer!
Un puzzle para terminar
¿Sabés jugar al SENDAS? Si la respuesta es no, podés ir a mi sitio y aprender en menos de 3 minutos. Si en cambio, sos un as en el arte de conectar caminos, te dejo un puzzle.
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-Juan
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